Soy Mica Rosenbaum. Jugadora de voley y entrenadora de los equipos GMadrid Delta, Omicron y Omega.

Nací en Buenos Aires y a los 11 años tuve mi primer acercamiento a este deporte (hasta entonces en mi familia sólo existía el tenis) cuando fui con el colegio a jugar un torneo intercolegial. Con mis más de 1,70m (a esa edad, ahora 1,83m), consideraron que podría aprovecharlos de otra manera. Y así, de la mano de grandes formadores y unas compañeras de equipo maravillosas, me convertí sin darme cuenta en una jugadora que en lugar de pagar una cuota mensual, sería retribuida económicamente por hacer lo mismo.

Todo surgió de una llamada en pleno diciembre de 2001 (momento famoso por el «corralito»), habiendo terminado el bachillerato y recién declarado el «estado de sitio» en Buenos Aires, que por suerte duró poco. Como decía, recibí un llamado de Las Palmas de Gran Canaria (JAV Olímpico/IBSA) para formar parte de su plantilla en lo que entonces era la segunda categoría nacional (FEV) y la clasificación al Campeonato de España Juvenil. Y allí debuté en el voley español. Estuve dos años que coincidían con una primera categoría nacional campeona de Europa (Tenerife Marichal). El voley español también tuvo una burbuja: había muchas de las mejores jugadoras del mundo y tenías la oportunidad de verlas. ¡Era un lujo!

En lo que a mi trayectoria respecta, fue mucho más humilde, pero no menos completa: Córdoba, Lleida, Toledo y Madrid me hicieron sentir la mujer más afortunada del mundo. Cuando llegué a Alcorcón, supe que ya no quería moverme. Me quería quedar en esa ciudad.

La burbuja de donde salían los sueldos para los/as deportistas ya había estallado y tuve que encontrar otra fuente de ingresos, así que empecé a dedicarme exclusivamente a eso a lo que tanto tiempo le había dedicado. Y tras algunos años ejerciendo leí un anuncio en Facebook donde buscaban entrenador/a. No tardé en enviarle un mensaje a Jorge Rubio (primer entrenador oficial que tuvo GMadrid Volleyball y con un gran currículum que le precedía) para que me contara más acerca del proyecto.

Y me metí. Me metí de lleno desde entonces. Y fui testigo y me enorgullezco al recordar quiénes y cómo éramos, y en qué nos hemos convertido. Desde el día uno quedó claro que sujetamos una bandera LGTBI; la pregunta era cómo sería esa bandera.  Y tuvimos que poner la cara, y lamentablemente, a veces la otra mejilla.

Eso ya no pasa. Hoy no somos nuestra orientación sexual. Nos ganamos ser un Club donde cualquiera que quiera jugar al voley pueda, y nos ganamos un espacio que es deportivamente respetado. Nos transformamos en un Club serio y avalado con representación en torneos nacionales e internacionales.

Si conseguimos eso en seis años, ¿por qué quedarnos allí? ¡Sigamos!

Y de la misma manera en la dirección técnica específica de cada uno de los equipos. Omega queda segundo de 10 equipos, pasa a la fase final. ¿Por qué no quedar primeros de los 10 mejores? ¡Sigamos!

Que no sea por no haberlo intentado.

Mica